Este año a causa de la pandemia mundial, se han
tenido que tomar unas medidas para la vuelta a la clase. Normalmente en clase
seríamos unos 30 aproximadamente. Pero tiene que haber una
distancia de un metro y medio por cada mesa. Así que por desgracia nos han
tenido que dividir en 2 subgrupos de unos 14 alumnos por cada uno.
Por tanto, solo puedo hablar de la diversidad
de mi subgrupo ya que no conozco a mis otros compañeros.
En mi clase hay dos chicos y el resto somos
chicas, no somos tan unidos entre todos, pero se intenta que haya buen
compañerismo en general. Cuando queremos tomar decisiones que tengan que ver
con todos intentamos escuchar los puntos de vista de varios, incluso escogemos
un día para hablarlo en persona y así se pueda llegar a la mejor elección sin
malentendidos.
Por otro lado, sí que tenemos diversidad cultural.
Varias compañeras son de Latino América, una compañera del este de Europa y yo
de origen marroquí. Incluso uno de nuestros compañeros es del sur de España. Aunque
muchos hayamos nacido o vivido mucho tiempo en España, tenemos algo de nuestra
cultura de origen e inconscientemente lo compartimos con nuestros compañeros en
nuestro día a día.
Se suele decir que uno cuando viaja aprende
mucho de culturas, pero creo que conviviendo con compañeros de diferentes
nacionalidades también se aprende bastante.
Cuando iba al instituto, había una actividad
anual que nos encantaba a todos los alumnos del centro. No solamente por faltar
a clase, sino que aprendíamos mucho sobre culturas del mundo haciendo unos
pequeños talleres. Se llama “La semana cultural”, realmente eran tres días ya
que era la semana en la que empezamos las fiestas de Semana Santa. El lunes y
martes eran dos días de excursiones o exposiciones en clase. El miércoles era
el día más deseado. Cada aula se convertía en un taller de actividades: aprender
a hacer crêpes de Francia, aprender sobre la cultura del manga y el anime japonés,
baile tradicional de Rusia, juegos tradicionales de Valencia, hacer henna, ver
películas americanas… Había una gran variedad de talleres que realmente no daba
tiempo a estar en todas, teníamos que elegir para pasar ahí la mañana y
aprender mientras disfrutábamos.
Los talleres los organizaban los profesores,
alumnos, padres, incluso se acercaban profesores y alumnos antiguos para ayudar
o visitar. Y no todos los años había los mismos talleres, sino que iba
surgiendo según las propuestas que recibían cada año.
Se finalizaba la mañana estando todos en el patio
para hacer cola y recoger nuestro vasito de chocolate caliente y churros. No me
acuerdo mucho de mi etapa de secundaria, pero la semana cultural me marcó bastante.
Estaría muy bien que los centros educativos
hicieran este tipo de cosas, ya que se aprende mucho, y no todos nos podemos
permitir viajar por todo el mundo. Además, hace que haya más unión con el
centro entero, directiva, profesorado y alumnado. Es una pena que, por la
pandemia mundial, este tipo de actividades se reduzcan. Espero que dentro de un
par de años se pueda volver a la normalidad y se hagan eventos para aumentar el
aprendizaje de culturas y así haya menos racismo y todos seamos conscientes que
ninguna nacionalidad es superior, todos somos seres humanos.
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